Gustavo Petro asumió el domingo como primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, ante cientos de miles de personas que apoyaron su plan para transformar un país inequitativo y acosado por la crisis económica y la violencia del narcotráfico.
El exsenador y exguerrillero de 62 años fue investido por el jefe del Congreso, Roy Barreras, durante una ceremonia en la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, a la que asisten nueve mandatarios y varias delegaciones internacionales.
Entre los invitados no estuvieron Venezuela, Cuba y Nicaragua, porque no fueron invitados por el gobierno saliente y tampoco Perú, por negativa de autorización por parte del Congreso local.
“Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”, dijo el nuevo gobernante.
De traje azul y corbata negra, recibió la banda presidencial y tomó juramento a la ambientalista Francia Márquez como la primera vicepresidenta afro de Colombia.
Petro, que sucedió en el poder al impopular Iván Duque, gobernará por cuatro años un país de 50 millones de habitantes que por primera vez ingresó a la órbita de la izquierda en la región.
Petro inicia su gobierno con una mayoría amplia en el Congreso y, en términos de la calle, cuenta con un apoyo que no tuvo antes ningún gobierno en los últimos años”, señaló a la AFP el analista Jorge Restrepo, del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac).
Gabinete plural
Petro armó un gabinete de diversas tendencias, con las mujeres al frente de varias carteras y la misión de sacar adelante reformas que comenzarán su curso legislativo el lunes.
Entre ellas está el proyecto que elevará los impuestos a los más ricos, afinará el recaudo y grabará las bebidas azucaradas, en busca de recursos para planes sociales.
En el frente internacional, Petro reactivará las relaciones diplomáticas y comerciales con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, rotas desde 2019, y buscará apoyo y sede para retomar conversaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla reconocida en el país. (La Razón).