PRONUNCIAMIENTO POLÍTICO – INSTITUCIONAL
“El decano que está enterrando la vida institucional en el CAL”
El paso de los decanos por el Ilustre Colegio de Abogados de Lima debería ser eso que llamamos cultura objetivada: dejar obra, instituciones fortalecidas, precedentes dignos de recordarse. Cada gestión, con sus luces y sombras, debería convertirse en huella de continuidad, en ladrillo para la construcción de una casa común que resguarde la profesión.
Los verdaderos decanos entienden que el Colegio es un templo de la abogacía y lo engrandecen con su paso. Algunos fundan bibliotecas, otros consolidan estatutos, otros abren centros de formación y espacios de debate. Cada uno, a su modo, añade un peldaño a la cultura institucional.
Pero Raúl Bladimiro Canelo Rabanal rompe la lógica.
No edifica, secuestra; no transmite, destruye; no objetiva cultura, sino convierte la vida institucional en rehén de su miedo y de su ego. No deja herencia de obra, sino residuos de juicios, medidas cautelares incumplidas y un Consejo de Ética paralelo fabricado en laboratorio de usurpaciones.
¿De qué tiene miedo? Quizá de la objetividad misma. Porque la cultura objetivada exige que tus actos queden escritos para la posteridad, y él sabe que lo suyo no soporta el papel ni la memoria. Su miedo es quedar reducido a lo que es: un episodio vergonzante, una nota a pie de página que la historia institucional solo recordará como advertencia.
No es decano, es el usurpador del decanato; no es dirigente, es el enterrador de la vida institucional. Con mano arbitraria está suspendiendo a delegados, directivos y hasta a la presidenta de la Junta de Vigilancia, para rodearse de personajes sumisos, sin gloria ni prestigio, cómplices de su miedo y guardianes de su propio espejismo de poder.
Ha obrado contra los propios estamentos del Colegio porque jamás entiende que el Colegio no es suyo, sino de la comunidad de abogados. Confunde representar con poseer, administrar con apropiarse, dirigir con tironear.
Donde debió haber cultura, siembra anticultura. Donde debió haber continuidad, siembra parálisis. Donde debió haber vida colegial, siembra un cadáver institucional maquillado de solemnidad.
La cultura queda; el miedo pasa. Los decanos que edifican instituciones son recordados; los que las secuestran son apenas murmurados con desprecio. El Colegio, tarde o temprano, volverá a respirar. Lo que no volverá jamás será el espejismo de poder que Canelo cree eterno y que la historia reducirá a polvo.
Cuando los libros del Colegio mencionen su nombre, no aparecerá entre los constructores, sino entre los saboteadores. No será legado, será escarmiento. Porque su mayor “obra” demuestra hasta dónde puede caer una institución cuando la codicia viste toga.
Lima, 27 de setiembre del 2025.