En el marco del Día Mundial del Correo, que se celebra cada 9 de octubre, se destaca la evolución de la comunicación global y el papel crucial que ha jugado el correo electrónico en el mundo moderno. Sin embargo, este canal, que conecta a millones de personas y empresas a diario, también ha dado lugar a una serie de amenazas cibernéticas que comprometen la seguridad de la información.

Con más de 300 mil millones de correos electrónicos enviados cada día, este medio se ha convertido en uno de los principales objetivos de los ciberdelincuentes. «El correo electrónico es la vía perfecta para ataques cibernéticos, debido a su gran alcance y la facilidad para distribuir enlaces maliciosos o archivos infectados», explica Kelly Quiroga, especialista en ciberseguridad de SUPRA.

Entre las amenazas más comunes relacionadas con el correo electrónico, Kelly Quiroga destaca cuatro ataques cibernéticos más comunes que se utilizan como vehículo principal:

  1. Phishing: Mensajes fraudulentos que simulan ser legítimos con el objetivo de obtener datos sensibles, como contraseñas o información financiera.
  2. Malware: Archivos adjuntos que, al ser abiertos, instalan software malicioso en los dispositivos, permitiendo robar información, dañar sistemas o incluso secuestrar datos mediante ransomware.
  3. Business Email Compromise (BEC): Fraudes dirigidos a empresas en los que los atacantes se hacen pasar por ejecutivos o proveedores para desviar fondos o cambiar información financiera.
  4. Spoofing de correo: Falsificación de direcciones de correo electrónico para hacer que los mensajes parezcan provenir de fuentes confiables, facilitando el engaño y el ataque.

Con el aumento de las amenazas cibernéticas, la ciberseguridad se ha vuelto una prioridad ineludible. Kelly Quiroga enfatiza que las empresas deben adoptar medidas de seguridad, tales como la autenticación multifactor, el cifrado de correos, la capacitación continua en ciberseguridad para los empleados y la implementación de sistemas avanzados de detección de amenazas. Estas prácticas son esenciales para mitigar riesgos y garantizar la integridad de las comunicaciones.

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